Repito algunos versos como mantras. "Relámpagos de risa carmesíes", o "Mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón".
Pero a veces necesito repeticiones hechas a medida para desconjurar la angustia con palabras, una y otra vez.
Custodios de la angustia
Me arrancan, porque dicen que me quieren,
pellizcos de mi carne y más me aturdo.
Presionan mis costillas contra el vidrio
que empaña con mi aliento su reflejo.
Me inquietan con tan cálida ternura,
son de intención tan buena y amorosa...
Les dices "No me quieras" y comprenden,
pero mantienen la presión, condescendientes.
No entiendo su tutela: soy feliz.
Respiro y la alegría me atraviesa.
Sonrío y sonreír tiene sentido.
Dicen que vienen pues les llamo por costumbre
y si no llamo vienen ellos por si acaso.
Y si aquí están -custodios son- custodian.
Me clavan, porque dicen que me quieren,
acicates de angustia y más me aturdo.
![]() |
Custodio de potentes muslos |
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar