viernes, 3 de febrero de 2017

Vino

Vino a mí.
No es que me interese pero me molesta.
Vino a mí, ahíto de miseria con el aliento hediondo echando mares muertos estancados por el hueco de los dientes.
El día anterior era otro día y le había mirado a los ojos. Qué tristes.
Vino a mí anteayer también y en la sobremesa. El cielo se va malogrando más tarde al avanzar la estación y vomita sandías en afrutados horizontes.
Vino a mí, borracho de miseria, con andares míseros y tocares míseros y asolado asombro por cuanto no me podía contar.
Yo no estaba atento. Me había arrebujado en la cama y decía: mi niña
                                                                            decía: mañana
 el frescor del río seguirá fluyendo con tu risa
                                                                          y decía incluso: mañana… mañana.
          Mañana es hoy y el desánimo me ha cercado.
          Vino a mí como la pobreza, con gravedad ineludible.
          No soy triste ni pobre y lo soy desde entonces y anteayer que es hoy y era ayer.
          Y era el desánimo. Yo digo: mi niña y: qué fresco y qué agua con mi niña… yo no sé yo no veo.

Le invitamos a comer y comió, nos comió el frescor del verano. Me comió la novedad durante años y me hice de pronto viejo. Ven otro día, le dije. Ven cualquier otro día.


Zia Mei
¿1994, 1995, 1998…?
Tantas prosopopeyas le he dedicado siempre al desánimo, a la angustia, a la tristeza.
Van y vuelven.





No hay comentarios:

Publicar un comentario