Me concentro en que la cabeza palpe y la mano escriba.
Las yemas de la boca las falanges de la nariz.
Compruebo, para no errar, que estoy físicamente sola en la habitación.
Abro el cuaderno, ¡qué homenaje!
Te huelo. Te gusto. Hago cuenco para recoger las cascadas de suavidad, de tibieza.
Eco amplificado de la cara interna de tu antebrazo que me roza apenas. Sé el tacto que busco y se multiplica del codo a mi palma.
Te escucho. Desfallezco de belleza. Te escribo.
Zia Mei
30/11/09
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